Salmo 25

Terminando de despedir a mi abuelita en el cementerio, comenzamos una semana de estar en casa por COVID, en la noche que habíamos planificado celebrar Navidad…

Y contradictorio a recordar la verdad, fue una tarde donde fue muy fácil impacientarme con mi hijo pequeño por mi afán de no aceptar que los planes no habían cambiado, sino que solo hay un plan que se lleva a cabo, olvidé lo que leí el día antes en el Salmo 119:37 “Aparta mi vista de cosas vanas, dame vida conforme a tu palabra”, lo mucho que la vida se nos puede pasar en la vanidad misma… aún sin las motivaciones son “buenas”

Y hoy, una semana después le agradezco a Dios por sus bondades inmerecidas y le pido que me ayude a recordar el Salmo 25 (Los animo a leerlo) que nos dio esperanza. Donde David le pide a Dios amparo, guía y perdón; lo que encontramos solo en Cristo, al saber que somos de Él. Lo que  necesitamos desde el primer instante al nacer y hasta el momento de morir, como Dios me permitió verlo con mi abuelita. 

David, le pide a Dios no conforme a lo que ha hecho, sino conforme a la inmensa bondad y compasión de Dios. Porque si Dios nos recuerda conforme a lo que somos no tenemos esperanza. Es solo por la vida de Cristo que podemos pedir que Dios nos muestre sus caminos, nos enseñe y nos guíe, solo ahí podemos esperar todo el día o la noche, solo ahí podemos tener paz que nuestras angustias le son conocidas y que Él nos librará. Solo en Su Justicia y Verdad encontramos salvación, en tiempos en medio de enfermedad, pérdida y dolor.

Con mi esposo hemos reflexionado que nuestro hijo no espera lo que no le anticipamos, es conforme crecemos que cambia lo que esperamos o damos por hecho que ciertos planes van a suceder. Oramos que Dios nos ayude a tener la confianza y vista como un niño, expectante del siguiente momento sin saber en realidad que haremos. En este tiempo tratamos de ser intencionales en preguntar por qué podíamos dar gracias, a lo que muchas veces mi hijo respondió: por estar juntos. Lo cual valoramos más, al igual que todos los recordatorios del amor de Dios por medio de nuestra familia y amigos.

La última semana del año estuvimos en casa esperando como la crisálida de nuestro jardín. En donde parece que no pasa nada, porque nuestros ojos humanos no alcanzan a ver las profundidades del poder de Dios. Dios evidenció, que no es necesario nuestro hacer, sino el de Él. El único que nos puede transformar a ser humildes en aceptar que nos está acercando a Él, para ver que todas sus sendas son misericordia y verdad, y eso también incluyen las cosas que no pasaron como pensamos, pero que tienen ganancia eterna que ni imaginamos. Porque morimos más a nuestro pecado, en Cristo.

“A Ti, oh Señor, elevo mi alma. Dios mío, en Ti confío; No sea yo avergonzado, Que no se regocijen sobre mí mis enemigos. Señor, muéstrame Tus caminos, Enséñame Tus sendas. Guíame en Tu verdad y enséñame, Porque Tú eres el Dios de mi salvación; En Ti espero todo el día. Bueno y recto es el Señor; Por tanto, Él muestra a los pecadores el camino. Dirige a los humildes en la justicia, Y enseña a los humildes su camino. Todas las sendas del Señor son misericordia y verdad Para aquellos que guardan Su pacto y Sus testimonios. De continuo están mis ojos hacia el Señor, Porque Él sacará mis pies de la red. Las angustias de mi corazón han aumentado; Sácame de mis congojas. Mira mi aflicción y mis trabajos, Y perdona todos mis pecados.”

Salmo 25:1-2, 4-5, 8-10, 15, 17-18 NBLA

 

Escrito por: Ramiro y Ligia Espinoza

 

Anterior
Anterior

Las ventanas

Siguiente
Siguiente

Una espera diferente