El Dios que conoce tu sufrimiento
A nadie le gusta sufrir. Pero todos estamos dispuestos a sufrir por algo mayor. Sin embargo, para muchos de nosotros, el sufrimiento que enfrentamos en nuestra vida se parece al azar, sin propósito, dolor más dolor, sin ninguna recompensa. ¿Es así nuestro sufrimiento?
Al examinar las Escrituras nos damos cuenta que el sufrimiento juega un rol sumamente importante en la vida del creyente, o mejor dicho, en las manos de Dios.
El sufrimiento empieza a cobrar sentido cuando nos recordamos de dos verdades cruciales que no se pueden separar: 1. Dios es soberano, 2. Dios es bueno.
Veamos estas verdades en orden, Dios es soberano.
No hay nada en el universo que esté fuera del control soberano de Dios. Salmo 115:3 nos recuerda “Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place.” Siempre todas las cosas están siendo dirigidas y guiadas por Dios según su voluntad. El universo entero está respondiendo a la dirección y el gobierno de Dios.
Esto es cierto en las cosas más grandes, como también nuestras vidas particulares. Dios está orquestando todas las cosas según su voluntad. Él es quien ordena todas las cosas.
Eso puede generar cierto temor o miedo. Todos estamos dispuesto a ceder el control en la medida que confiamos en la bondad de quién sí estará en control. Es aquí donde la segunda verdad viene a cerrar el circulo, Dios es bueno.
Uno de los versículos que más me ha animado en momentos de sufrimiento se encuentra en Salmo 103:13-14. El salmista dice:
13 Como un padre se compadece de sus hijos,
Así se compadece el Señor de los que le temen.
14 Porque Él sabe de qué estamos hechos,
Se acuerda de que solo somos polvo.
No es por nada que Dios se revela como Padre. A menudo la razón por la que el sufrimiento se parece al azar y sin propósito no se debe a cómo estamos viendo el sufrimiento, sino como estamos viendo a Dios. Solemos ver a Dios como un controlador malvado, que solo está introduciendo cosas difíciles a nuestra vida.
Sin embargo, esto no es la imagen que tenemos en las Escrituras. Vemos a un Dios soberano, que está meticulosamente ordenando las cosas en compasión y bondad, para nuestra formación.
Romanos 8:28-29, el pasaje tan famosamente usado en momentos de sufrimiento para recordarnos que todas las cosas “cooperan para bien” también nos recueda el bien por el cual todas las cosas cooperan, para que seamos “hechos conforme a la imagen de su hijo.” Dios está soberanamente introduciendo a nuestras vidas las circunstancias ideales para conformarnos a la imagen de su Hijo. Y lo hace en compasión y con conciencia de nuestra fragilidad.
Decir que Dios lo hace en compasión pueden sonar raro -- ¿Cómo es compasivo hacerme sufrir? Y la siguiente verdad es difícil de asimilar, pero sufrir para parecernos como Cristo es mejor que no sufrir y seguir pareciendonos a nuestra carne. Dios hace lo que El tiene que hacer para mejorar nuestra condición, conformándonos más a Cristo, y el sufrimiento es una de las herramientas utilizadas por Él para lograrlo.
Uniendo estas dos cosas podemos decir claramente que tu Dios y Padre no desperdicia nada.
Sea lo que sea que estés pasando, Dios lo está usando para llevar a cabo Sus buenos propósitos en tu vida. No hay ninguna enfermedad, ningún dolor, ningún sufrimiento que Dios haya desperdiciado. Tal vez no sabes por completo lo que Dios ha cambiado en ti, o lo que ha hecho en tu vida, tal vez no te has percatado de las lecciones que aprendiste; pero podemos confiar en la bondad y soberanía de Dios, y que después de sufrir somos más como Cristo.
Podríamos así comparar el sufrimiento en las manos de Dios a una cirugía. Si no eres cirujano, tienes que confiar en que el cirujano sabe lo que hace. Tal vez te duerma por completo, ni estarás despierto para el procedimiento. Cuando despiertas, te corresponde confiar que el cirujano ha hecho adentro de ti lo que necesitabas.
Así es el sufrimiento.
Nos sometemos a un Dios soberano y bueno y confiamos en que Él hará la operación en nuestro corazón que necesitamos por medio del sufrimiento. Por lo tanto, nos regocijamos porque sabemos que a través del sufrimiento, nuestro Padre Bueno está obrando en nosotros.
Escrito por: Justin Burkholder