No volverás a darnos vida
En la espera surgen preguntas. Si estamos esperando un elevador: ¿Será que ya va a venir? Esperando pasar a consulta con el doctor o en un banco: ¿Será que ya va a ser mi turno? Esperando en la enfermedad: ¿Será que me voy a recuperar o cuándo? Esperando un bebé: ¿Será que Dios nos va a dar un hijo? Y así… podríamos describir muchos escenarios, porque la espera implica duda.
Ana (1 Samuel 1 y 2) y Elisabet (Lucas 1:5 y 39-58) pasaron un tiempo de espera por un hijo al ser estériles. Aunque no están descritas en la Biblia sus preguntas, he meditado en cuáles habrán sido.
El Salmo 85 se considera que fue escrito cuando el pueblo de Israel se encontraba o había salido de un tiempo de cautividad. El pueblo de Dios estaba esperando y el salmista sí describe preguntas:
¿Estarás enojado contra nosotros para siempre? ¿Extenderás tu ira de generación en generación? ¿No volverás a darnos vida, Para que tu pueblo se regocije en ti? Salmo 85:5-6
Como familia pasamos una prueba de enfermedad al haber sido diagnosticada con melanoma en el 2021, Dios dispuso apuntar a su mayor Misericordia en Cristo y concedernos concluir el tratamiento y recibir la posibilidad de quedar embarazada otra vez. Y esa pregunta del Salmo 85, vino a mi mente repetidas veces en este tiempo de espera: ¿No volverás a darnos vida, Para que tu pueblo se regocije en ti?
Sin embargo, al estudiar este Salmo, aprendí que esta pregunta no se refiere a pedir por una vida humana, sino por la vida verdadera, cuando Dios aviva nuestro corazón por Él.
El que Dios conceda vida implica que antes existe muerte, este es el milagro que sucede cuando Dios concede nuestra conversión a Él, y en cada prueba que Dios planifica en nuestras vidas, este milagro sigue extendiéndose, porque Dios sigue avivando lo que solo Él conoce que está muerto, necesitamos confesar, rendir y ser transformados.
En el Salmo 85 podemos leer que esa vida verdadera solo pudo ser suplida por Jesús, por Quien Dios fue propicio a nosotros, perdonó y cubrió nuestras iniquidades, murió para darnos vida, apartó su ira, hizo cercana la salvación en su Misericordia y nos restauró para ser el Dios de nuestra salvación.
“La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz se besaron. La verdad brotará de la tierra, Y la justicia mirará desde los cielos. Jehová dará también el bien, Y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de él, Y sus pasos nos pondrá por camino.” Salmos 85:10-13 RVR1960
Solo Dios suple en la espera la única respuesta a la sed que todos tenemos y que solo Él puede satisfacer, así cantaron Ana y Zacarías (esposo de Elisabet), aun cuando Dios les concedió una vida humana, solo lo alabaron a Él.
“Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación. No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro. No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová, Y a él toca el pesar las acciones. Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey, Y exaltará el poderío de su Ungido.”
1 Samuel 2:1-3, 10 RVR1960
“Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo, Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa de David su siervo, Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto; Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz.”
S. Lucas 1:68-70, 72, 79 RVR1960
En las pruebas y sufrimientos, le pido a Dios que cuando nuestra alma este abatida, con miedo o por momentos sintamos como que Dios está enojado con nosotros, recordemos su Misericordia más grande de Salvación en la Cruz y que sigue obrando para llevarnos a regocijarnos en Él. Aún si responde o no a nuestras peticiones en esta tierra de los vivientes o tenemos dudas, sin merecerlo por amor y gloria de Su nombre podemos ir a Él y agradecer al tener la mayor certeza de su respuesta de vida eterna.
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. Pero de día mandará Jehová su misericordia, Y de noche su cántico estará conmigo, Y mi oración al Dios de mi vida.” Salmos 42:1-2, 5, 8 RVR1960
Escrito por: Ligia de Espinoza